viernes, 2 de julio de 2010

El precio del becario

Creo que ha llegado la hora de hablar de los becarios. Una realidad que está ahí fuera pero de la que se tienen distintas concepciones, unas más acertadas que otras. Ya debo advertir que intentaré ser lo más objetiva posible aunque me encuentro en el punto de la i porque soy una de las mencionadas.
La mayoría de los trabajadores han empezado por ser becarios. Digo la mayoría porque los niños de papá o aquellos que tenían un potencial visible desde pequeños pueden haber esquivado esta etapa de su vida. Pero es muy normal y común estar un par de veranos en un trabajo cobrando nada o un mínimo bajo la responsabilidad de un jefe que o no te hace caso o te utiliza como "el chico del café". Luego están aquellos compañeros y jefes, como en mi caso, que entienden que es una oportunidad que hay para aprender mucho y perder el miedo al contacto con alguna realidad, como puede ser el micrófono o la cámara en mi caso.
Sin embargo, me duele decir que aún hay gente que tiene la concepción de becarios como aquellos estudiantes universitarios que desempeñan un verano entre los archivos y la cafetería, estorbando más que ayudar o aprender. Y verlos les otorga una potestad que en otras ocasiones no tendrían, una autoridad que están poco acostumbrados a desarrollar, y descargan todo su enfado contra ellos. Y no hablo por hablar. He vivido una experiencia personal. Cierto es que no está bien generalizar. Y no lo quiero hacer. Pero no es la primera vez que he oído este comentario, y algo me dice que no va a ser el último.
Ayer se celebró en Girona el Fórum Impulsa, con la presencia de los Príncipes de Asturias y Girona, Don Felipe y Doña Leticia, y el ganador del Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus. Era mi primer día de prácticas y fui con una periodista de la redacción. No tenía acreditación, y sabiendo que mi entrada iba a ser, claramente prohibida por la presencia real, decidí probar. Esperé unos minutos, y cuando salió el que creo que era el jefe de prensa de la casa real, se dirigió a otra becaria y a mí con una impotencia y gritos acerca de que no podíamos entrar. Creo que bastaba con decir que no se permitía la entrada. Pero empezó a vociferar sobre la cadena de radio en la que hago prácticas. Era comprensible que no nos dejara entrar. Era su trabajo, pero no hacía falta calentarse de esta manera. Al finalizar, cuando aceptamos irnos sin discutir, oí un comentario: "¿Qué son, becarias?". Ahí exploté, pero decidí no girarme, para no ver el rostro de quién había preguntado tal estupidez.
Me dolió bastante ver que con una cara de jovencita ya tachan de becaria, muchas veces incompetente. Me gustaría conseguir difuminar la mala fama de aquellos puestos por el que muchos hemos pasado y que están aprendiendo, de manera obligatoria o voluntaria, aquello de lo que están estudiando. Aún estamos en la primera etapa de nuestra vida. Y aquí es donde se nos debería enseñar. No cuando los humos se hayan subido o con un puesto y salario fijo y miedo a perderlo.
Y, en cierto modo, creo que la mayoría somos becarios. Becarios de alguien a quienes hemos de seguir las órdenes por miedo a perder el trabajo, dinero, futuro... Por muy altos que estemos en la escalera, siempre queda alguien por encima, o por debajo, de quienes tenemos miedo y estamos ligados a sus intereses.

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