Una sonrisa embotoxada

¿Por qué cuando se pregunta por el futuro vienen a la mente androides y naves espaciales a lo Star Wars? Puede que llegue el día de la ciudad-robot, con escaleras mecánicas en vez de autopistas, astronaves por bicicletas, muñecos de hojalata por perros… pero aún no. Mi idea del futuro no se aleja mucho de lo robotizado, pero dejo de lado la asociación con los platillos volantes y las luces de colores. Porque se puede ser artificial con apariencia de humano. Por ejemplo, un cuerpo de bótox capaz de articular palabras.

Empezando con Hollywood, el papel de artista es cada vez más difícil, pues la expresión es la moneda de la cirugía. A Sandra Bullock se le acumularán las arrugas en el cuello, a Penélope Cruz le crecerá la nariz y los hijos de Maggie Gylllenhaal tendrán más pómulo que rostro. Pero en esa era ya hemos entrado. El botellón de bótox en las estrellas de cine celebró su vigésimo cumpleaños el año pasado.

En España se registraron 80.000 tratamientos de Vistabel en 2008, una gran parte de ellos hombres. ¿Qué ha sido del macho fuerte y peludo de antes? Ahora, se duda de quién es el macho, y se prefiere vello –escaso- antes que pelo.

Después de las actrices, tocará el turno a las dependientas, que sirven con su cara al público. Ya no queda nada del tratamiento individual y acogedor de antaño. La superficialidad, acompañada de los centros comerciales, prepondera en la mayoría de servicios al cliente. Somos máquinas. Vender, vender y… gustar. Pero en pocos años, los rostros de las dependientas –o dependientes- se asemejará a una careta de carnaval con dos únicos focos de vida y naturalidad: los ojos. ¿Lo exterior? Un simple disfraz que cambiarán de acuerdo con las nuevas tecnologías.

Las peluqueras no se quedarán tampoco sin probarlo. Las que se tiñen el pelo con un gel lila que han inventado, para probar que no tiene daños irreversibles. Las que barren el suelo con las pestañas y se levantan con una capa de maquillaje del día anterior. Siguen la moda. “Necesitan” imitar a las celebrities.

Y así podríamos seguir. Definir cada eslabón de aquellas personas que, a su manera, atienden a un servicio público. Pero tranquilos, que aquellos que trabajen en casa también podrán hacerlo. Si a las secretarias de los departamentos y organismos públicos del gobierno también se les dejará –o aconsejará-. Hasta llegar a la portera de turno que necesita dinero para pagar el alquiler, pero que antes deberá destinarlo a su físico para entablar conversación con la suciedad.

Esto me recuerda a una frase del doctor y escritor brasileño Draúzio Varella cuando se refería a la inversión del bótox por encima del Alzheimer: "En el mundo actual, se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para qué sirven”.

Una toxina capaz de suavizar temporalmente las arrugas sin necesidad de bisturí se legalizó en España hace ya seis años. En vez de invertir en curas para enfermedades crónicas o salvar la vida de los pacientes, creamos una muerte más bella.

¿De qué nos servirá tener una piel más nueva y suave que la del culo de un bebé? Creo que sería más inteligente encontrar un tratamiento de lo que mata por dentro, de lo que arruga por fuera. Prefiero saber que hay un sujeto de arrugas y grasa delante de mí, que contemplar alguien desconocido con cara de atontado.