En medio de la plaza reside un banco interminable donde reposan un grupo de abuelos. Cuchichean entre ellos acerca del mal tiempo, el dolor de rodillas, la juventud de hoy, la vecina de arriba, el yerno sabiondo… Lamentarse forma parte de sus pasatiempos. Amanecen cansados, una noche dura entre los ruidos de los vecinos, el dolor de espalda, pastillas que no funcionan… Se reúnen los que pueden a primera hora de la mañana. Destaca un anciano bajito, encorvado, con bastón de puño, camisa de cuadros rojos insertada en unos pantalones hasta el ombligo; zapatos de andar por casa y una boina de marrones oscuros. Con el puro en la boca y el periódico en la mano descarga todos sus pesares, quejas y molestias a los demás. Por turnos o al azar, tiene lugar una sesión de terapia al aire libre. Lo más curioso: siempre sucede en el mismo banco. Como si tuviera un cartel, pocas personas osan sentarse allí y si alguien se anima -raramente hay espacio- suele arrepentirse pronto.
-Si no fuera por mi rodilla, visitaría a mi hija y los nietos.
-Si no fuera por mi espalda, ¡ay qué dolor!, podría pasear y ver mundo.
-Si no fuera por mis jaquecas el día no sería tan gris y gruñón.
-Si no fuera por el bastón correría los 100 metros lisos.
-Si no fuera…
De este modo, pueden hablar hasta que el sol les manda ir a casa para comer. Pero por la tarde, si no pueden echar la siesta, la asamblea vuelve a levantarse. Nunca se cansan, porque casi siempre hay algo por lo que quejarse. Y prometen que si no fuera por sus múltiples dolores, podrían realizar inmensas actividades para disfrutar del día. Pero entre que las pastillas del médico no funcionan, ¿por qué le habrán dado el título de medicina a este joven de treinta años?, que las hijas no aparecen por casa, que la sociedad tiene cada vez más apartados a los ochentones… no hay nada que valga la pena practicar.
Creo que en todas las ciudades hay un banco como este. En una plaza de Girona yo he localizado al menos uno. Se sitúa en un cruce de dos carreteras secundarias pero muy concurridas. En aquel lugar, tienen tema de conversación para muchos telediarios.
Cuando era pequeña, solía pasear por esta zona y a veces escuchaba lo que decían. Un día, mi padre dijo: “Mira, aquí está el banco del si no fuera”. Y así quedó bautizado. Aunque los habitantes varían con las estaciones, el banco nunca se mueve. Y solo acoge a aquellos que responden al nombre del asiento.
El otro día, paseando por el barrio de Iturrama en Pamplona, descubrí uno de esos rincones. Dos abuelos conversaban, y uno declaró: “Si no fuera por mi delicada salud podría disfrutar mejor de mis nietos”. ¡Caramba!, pensé. No es solo una de esas historias que contaba mi padre. El si no fuera es "internacional".
Bueno... Internacional... De momento has probado que es interprovincial o nacional. Ya voy a ver si hay alguno aquí para que el asunto adquiera ese matiz internacional.
ResponderEliminarsi, esta palabra no me acababa de gustar.. pero no sabía qué poner...
ResponderEliminarA ver si encuentras a alguien así... jaja
Si no fuera por estos bancos que harían los abuelitos.
ResponderEliminarSi se pone la palabra internacional entre comillas quizás quede mejor.
Saludos!
Muchas gracias por los comentarios. No encontraba ninguna palabra que definiera lo que quería decir, e Internacional no era la mejor. Así que, como dice Antonio, es mejor entrecomillarla.
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