Parece que los humanos tenemos desde pequeños un mecanismo de respuesta ante situaciones incómodas o vacías de palabras. Cuando escasea la conversación o esta no existe, aparecen contenidos clásicos que sirven como tubo de escape. Creo que las conversaciones más estúpidas se producen en los ascensores. ¡Cuántos disparates pueden decirse en tan poco tiempo! Porque aunque no tengas la intención de dialogar con un desconocido, pocas las veces se puede evitar.
La trama más común se corresponde con el tiempo . Parece que lloverá, dicen que esta semana se alcanzarán las máximas, ¡qué frío hace hoy! ¡Es bueno saber que tienes un meteorólogo en el edificio por si algún día hay un eclipse o meteorito y no te enteras!
Otro tipo es el que actúa como investigador privado. ¿De dónde eres?, ¿qué estudias?, ¿cómo te llamas? Un lago de preguntas sin sentido se acecha sobre ti en unos minutos imperecederos que abarcan cinco pisos hasta la planta baja.
Luego existen tipos que van más allá de las preguntas tradicionales. Aquellos que se regocijan de la incomodidad durante este dilatado lapso de tiempo. Repasan la ropa puesta, el bolso, indagan sobre tus aficiones…
Después se encuentran las conversaciones de ligoteo. El chico de arriba que saluda y finalmente pide una cita en el ascensor, antes de poder escabullirte. No ha tenido suficiente con la cara de sobada y de pocos amigos. Y si no se sale con la suya, siempre tiene unos minutos al día para recordarte tu rechazo.
Existen los ancianos que se fijan en las jovencitas. En este tiempo aprovechan para piropear a las chicas con tal de sonsacarles una sonrisa o conseguir una miradita.
Sin dejar de comentar las ancianitas con el perro. ¡Maldito chucho! ¿Te importa que suba con el perro? Pues claro, señora, ¡cómo no! ¿Dejaría el perro abajo y le mandaría subir solo? Pobrecito… O aquellas que ni preguntan, y cuando el cachorro sube con las patitas (o patazas) encima no puedes apartarle porque le “debes” un respeto al pobre animal.
Los fiesteros que llegan a las siete u ocho de la mañana con el maquillaje en los pies, la melena desgreñada o la corbata en la cabeza son unos personajillos. Entran tambaleándose y se apoyan en el espejo para asegurarse de que la mujer de la limpieza realiza bien su trabajo. Y eso si no equivocan de piso o de llaves.
No hay que olvidarse de los deportistas. Aquellos que se levantan a las seis y pico de la mañana para despejar su mente y conservar su tipo. Al bajar con la fragancia a tu alrededor te impregnas de un rastro que perdura durante varias horas en el elevador.
En fin, hay muchos personajes que son dignos de mención. Tanto por su osadía como por su desfachatez. Se podría escribir un libro sobre las conversaciones que surgen, en principio espontáneas, en el ascensor. Parece que es una obligación entablar conversación atolondrado por la mañana, al mediodía, cuando te privan de la siesta, y por la noche, con tu modelo para salir. A mí me ha tocado vivir todas ellas. Pero aún me gustaría tratar con una experiencia más. Cada vez que puedo tomo el ascensor, aunque sea un solo piso, para poder asistir a un parto. Es típico de las películas, pero sería único y lo último por ver. Después, podría escribir mis memorias porque mi vida estaría ya copada.
¿Quién no se ha encontrado con alguien así?
Os dejo aquí un blog que he encontrado sobre conversaciones en el ascensor, hay algunas muy divertidas:
Las conversaciones de ascensor son lo más inspirador que puede encontrarse en esta aburrida sociedad de hoy en día... No hay príncipes, no hay princesas, no hay héroes -o, por lo menos, yo no los conozco de primera mano...-, pero hay sitios que, a veces, hacen encontrarse a las personas.
ResponderEliminarPor eso me decidí a abrir ese blog de microrrelatos que mencionas, para hacer grande lo pequeño y significativo lo absurdo. Me alegro de que te haya gustado ^^
María, muy muy buena esta entrada! Me ha encantado.
ResponderEliminarMuchas gracias Rinco!
ResponderEliminarCreo que estos de escribir columnas literarias me gusta...
Lo mejor son los silencios, mirar de reojo intentando examinar a tus compañeros de trayecto.
ResponderEliminarSaludos!